Infinitas ondulaciones de olivar, extinguidos viñedos y alguna sementera. La Sierra de Aras como vigía central de los campos de Lucena. Al oeste los santuarios del agua, las lagunas y los encharcamientos. Un paisaje dominado que se rebela al ser atravesado por el Anzur y limitado por el Genil.
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Laguna Amarga, profunda y majestuosa, testigo de supervivencia. |
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Laguna del Taraje, pequeña y escondida, exhausta sin lluvias. |
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Laguna Dulce, una inmensa tabla de agua siempre acosada. |
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Río Genil, trazando los escarpados límites con los campos de Málaga y Sevilla. |
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Río Anzur, el corredor natural entre la explotación agrícola. |
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Laderas de Morana, verticales descensos hacia el Arroyo del Infierno. |
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El Cerro de Acebuchoso y sus colindantes. Reflejos de un bosque mediterraneo. |
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Laguna Amarga, cinturón de tarajes. |
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Río Anzur a su paso por Los Piedros, cerros de yeso y planicies de arena. |
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Río Anzur, oculto entre sombras, cobijando a sus aves. |
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Las encinas aisladas parecen pedir perdón por sobrevivir a nuestra ambición. Apenas quedan en estos pagos encinares de gran porte. |
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Cerros de Mortero-Sierrezuela, una minúscula montaña, cercana para nuestros juegos infantiles acompañados de los olores a especias. |
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La nieve es visitante efímera, rara vez se queda a dormir. |
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Laguna Dulce, ocre y triste durante un largo estío. |
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Charcas de El Canónigo y Las Barqueras, la irresistible atracción de lo acuoso. |
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Sierra de Aras, atalaya dominante, albergue de historias. |
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Campos de Lucena, al oeste zonas húmedas, al este imponentes sierras calizas. |